Hoy estuve hablando con una anciana, tiene 87 años, esta cansada, anda torpemente, pero su cabeza tiene una clarividencia, propia de una mujer de mediana edad, a veces se comporta como una niña, le gusta que le gaste bromas, se ríe y me mira a los ojos con su mirada llena de ternura, esa mujer se llama Madeleine, esa mujer es mi madre.
Cuando pienso o hablo de ella, siento ganas de llorar, la veo tan débil, tan indefensa, que me siento impotente. Cuanto tiempo pasado, luchado y sufrido y cual mal hijo creo que he sido. Es fácil pedir perdón, porque los hijos siempre somos perdonados. ¿Pero puedo yo perdonarme?
He vuelto atrás en mis recuerdos y vuelvo sobre mis pasos sobre estas paginas que un día escribí, a mi madre ya le quedaba poco tiempo de vida, tanto es así que han transcurrido ocho meses desde su muerte, ni un solo momento me ha dejado, siempre esta conmigo y lo mejor de tenerla presente, son sus fotos lo mucho que escribía sobre ella, tengo tan presente su recuerdo que aún esta conmigo.
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