jueves, 23 de diciembre de 2010

El niño que cuidaba de los gansos.

                                                        LAS ESPONJAS
Yo no fui cabrero, pero con cinco años cuidaba de los gansos en la finca que mi madre y mi abuela trabajaban, casi, por lo poco que había y haber, haber, era menos y mas cuando el amo vigilaba hasta los huevos de los gansos que muchas veces eran pasto de las zorras, pero esa es otra historia.......
__Veía a los gansos como unos animales enormes, sus picos llegaban a la altura de mi cara y muchos la sobrepasaban, no se cuantos podía haber, unos cincuenta quiza más__la finca estaba dedicada al cultivo de esponjas vegetales, en aquella epoca su comercialización era muy importante en España__se instalaban unos postes de unos tres metros de altura y se terciaban alambres que unian los mismos y por ellos se guiaba la planta para que de ella pendiesen los frutos que eran como calabacines o pepinos gigantes.
__Este trabajo era realizado enteramente por mujeres y en ese ambiente de hembras y matriarcado crecí, fui hijo único porque al ser mi madre abandonada, bastante tuvo conmigo para poder criarme, siempre he creido que aquella etapa de mi vida me marco para siempre, al unico hombre que conocía era un joven hermano de mi madre que vivia con nosotros.__Los recuerdos que me ocupan de el no son muchos, pero si recuerdo que me sentaba en sus rodillas al cuidado del fuego de la chimenea y me cantaba insistentemente la misma canción, una cancion aprendida de su padre, que siempre la interpretaba sentado al resguardo del fuego:


  Oh que chaqueta tan mona que bonito tiene el corte,
dime con el pensamiento donde has pasado la noche,
la noche yo la he pasado en el cuartel de la ria,
con el sargento primero de la quinta compañía.


__Repetia y repetia aquellas frases hasta la saciedad y me quedaba profundamente dormido.....
Al día siguiente era tan duro mi despertar como el hambre que corroía mis entrañas....


Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
[Miguel Hernandez]


                                                                                                                      Rafael Languedoc


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